Design Thinking: una nueva mente directiva para unos nuevos tiempos

Últimamente cada vez que hablo con algún directivo de empresa hay un comentario que se repite: “esto va muy rápido”. La sensación generalizada es la de que las cosas están cambiando y están cambiando muy rápido. El escenario en el que ahora se tienen que mover las empresas y sus directivos no tiene nada que ver con el que teníamos hace diez años; si bien el cambio siempre ha sido algo que ha estado ahí, ahora lleva una velocidad que se puede calificar de vertiginosa. El cambio tecnológico propiciado por la revolución digital está transformando sector tras sector, pero también lo está haciendo la carrera de la innovación y de la disrupción en la que estamos inmersos.

 

El resultado de todo esto es que nadie sabe a ciencia cierta cuál será la realidad competitiva dentro de tan sólo cinco años. Esta velocidad y profundidad del cambio obliga a las empresas a funcionar con unas altas dosis de flexibilidad, escucha del mercado, creatividad y rapidez. Ya no valen los planes a largo plazo, ni tan siquiera los de medio plazo son operativos más allá de servir como hojas de ruta a navegar pero con una gran flexibilidad para ir cambiando y adaptando según las realidades que se vayan presentando.

 

Estos nuevos tiempos requieren de una mente directiva que esté en línea con la forma como necesitan funcionar las empresas, con esa flexibilidad, rapidez, escucha y creatividad que éstas necesitan para adaptarse constantemente al entorno competitivo y prosperar en él. Esta mente no es algo que surja de manera natural sino que, como todo, se puede desarrollar. Lo bueno es que no necesitamos volver a inventar la rueda, esa manera de pensar, ese “mindset” por utilizar la terminología anglosajona, ya está desarrollado y se llama Design Thinking.

 

El término procede del mundo del diseño y de cómo los diseñadores abordan su trabajo y fue popularizado en el ámbito de la empresa por el profesor de la universidad de Stanford David Kelley que fundó la consultora IDEO en 1991. Desde entonces el Design Thinking fue adoptado por algunas de las empresas más innovadoras del mundo como Apple para sistematizar su proceso de generación de innovación.

 

En su esencia, el Design Thinking es un método para la resolución práctica y creativa de problemas. Pero no sólo eso, es un método que pone al usuario en el centro (human centered) y utiliza un proceso iterativo de feedback que hace que se pueda llegar de una forma más rápida y potente a una solución deseable por los usuarios o clientes (externos o internos), factible tecnológicamente y viable desde el punto de vista de negocio. En este sentido, el Design Thinking es mucho más que un método creativo y de generación de ideas, es un abordaje para la generación de innovación, de mejoras operativas y de solución de problemas prácticos. No es de extrañar que se haya recibido con tanto entusiasmo en el ámbito de la empresa pues ofrece una metodología que ayuda mucho en este nuevo escenario de cambio permanente, de innovación y de disrupción.

 

Pero además de una metodología, el Design Thinking es un “mindset”, una manera de mirar, de abordar los problemas y de buscar soluciones. Las características de este mindset son la empatía, la colaboración, el pensamiento creativo, el sentirse cómodos con la complejidad y la ambigüedad, la experimentación, la apertura a lo inesperado, la valoración del feedback, la disposición a aprender y la flexibilidad para cambiar y adoptar nuevos puntos de vista. Este mindset es precisamente el que el nuevo escenario requiere de las empresas y, por lo tanto, de sus directivos.

 

No es de extrañar que esté siendo adoptado por cada vez más empresas y que muchas de aquellas que hoy en día son ejemplos de éxito como Google, Samsung, IBM, Amazon, Airbnb, Instagram, Tesla, Audi, Starbucks, Ikea o Pepsico hace tiempo que ya lo adoptaron. Muchas de estas empresas han visto en el Design Thinking algo más que una herramienta para generar innovación y lo han introducido en el currículo de desarrollo de sus directivos y managers para que lo apliquen en su trabajo diario pero también para que ellos sirvan como catalizadores para desarrollar culturas organizativas flexibles, creativas, rápidas, centradas en el valor y adaptadas a los nuevos tiempos.